lunes, 2 de marzo de 2009

En tierra de Dionisio

Una constante cuando se sale fuera de España es lo caro que resulta beber, no es que estemos todo el día empinando el codo, pero un buen vino es bien recibido de vez en cuando. Grecia no parece ser la excepción y lo pudimos comprobar en la primera noche que pasamos en Atenas. La comida no estaba nada mal y era bastante barata (cenábamos muy bien por unos once euros cada uno), pero el vino era otro cantar. Creo que estamos acostumbrados a tomar unos vinos bastante buenos y a unos precios muy ajustados (por siete euros puedes comprar una botella importante en cualquier supermercado de España), lo que hace que en seguida lo echemos de menos. Por fortuna pudimos encontrar, en pleno corazón de Atenas, un local bastante coqueto en el que servían buenos vinos. En él, lo mejor era concentrarse en la copa y en el genuino sabor del bar, sin prestar mucha atención al tema de la higiene (en alguna de las fotos se pueden ver rebordes de porquería recorriendo diversos objetos). En un momento de la noche nos dimos cuenta que de poner en marcha los ventiladores (cosa que parecía no ocurrir desde los años sesenta) algún cliente moriría sepultado por un alud de roña. La fortuna sonríe a la gente del CEP (a veces) y el fatal incidente no se llegó a a producir.




Atentos al perfil del ventilador

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