Esta mujer (sé que puede parecer un hombre, pero no lo es) se dedicaba a la pesca de pulpos. Los sacaba del agua (no vimos cómo), quitaba sus corazones y golpeaba los cadáveres contra el suelo. Habíamos terminado de comer hacía unos minutos y pudimos dar fe de que en el restaurante no pusieron el mismo mimo con su cocina. Creo que la mejor foto del viaje estaba ahí mismo, a la orilla del Egeo, sacando corazones y golpeando pulpos. Mientras tratábamos de hablar con ella, los ingleses se dedicaban a vomitar los excesos de la noche anterior en el baño del bar más cercano. Creo que ellos no hicieron la misma reflexión sobre el valor de una foto.
