sábado, 27 de octubre de 2007

De ladrones.

El pasado viernes, en lo más temprano del día, cometimos -Inma y yo- la locura de madrugar para coger un avión -esta vez sólo Inma, cosas de médicos- y como bien es sabido que a ciertas horas el cerebro no rige como es debido, pues cerramos -cerré- la puerta de casa con un juego de llaves colocado en la cerradura. Para aquellos a los que les haya sucedido algo parecido no diré nada, para los que no lo hayan experimentado resumiré que te quedas fuera de casa aunque tengas otras llaves en la mano. Así que mientras los médicos hacían de las suyas en Barcelona, yo intenté -sin resultado alguno- abrir la puerta con artes -pocas- de chorizo. Usé el truco de la radiografía para destrabar el pestillo y el de la horquilla por el ojo de la cerradura. Como en el final de todas mis historias con final feliz suele aparecer Roberto y esta no iba a ser una excepción, pues apareció Roberto y sin necesidad de cargarse la cerradura pidió una escalera a unos albañiles, desencajó una ventana y abrió por dentro. Todo en cinco minutos y sin despeinarse. De mayor quiero parecerme un poco a este chico. Gracias mil Róber.

Róber en acción, una vez más.

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