...y sin ánimo de ofender, que digo yo, escribe Manuel Vicent; "El Dios de mi padre era inmenso y sanguíneo, lleno de caprichos de bebé furioso, comido por los celos, terrible en los momentos de cólera, pastueño y dulce en ocasiones." Me ha resultado muy interesante la comparación con un bebé y lo de los celos. Yo, la verdad, nunca entendí que alguien tan poderoso necesitase del amor de criaturas tan diminutas a sus ojos. Falta de autoestima, supongo.
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